martes, 20 de julio de 2010

"Fuiste mi sol tardío y serás mi luna temprana"

Entre en la habitación, abrí despacio la puerta, como si de puro cristal se tratase. En cuanto mi cuerpo se encontró en el interior de la habitación volví a cerrar la puerta, aún mas despacio. Quería silencio, absoluto silencio hasta que comenzase la melodía... la melodía final. Me descalcé, mis tacones aterrizaron forzosamente contra el suelo, siempre he odiado esos zapatos, pura fachada. Llevo el vestido que él me regaló, rojo pasión, "como nuestro amor " solía decir él. Mi corazón nunca había latido con tanta intensidad como cuando él acercaba su cabeza a mi pecho para escucharlo, mis manos nunca habían sido tan hábiles con el piano, mis pies nunca habían bailado con tanta ansia, mis brazos jamás habían abrazado con tanto amor y mi boca jamás había sonreído tan sinceramente. Mi cuerpo jamás había volado hasta que lo conoció a él, en ese momento me convertí en un ave grandiosa, un águila quizás. Me hizo sobrevolar la ciudad con sólo susurrarme varios versos al oído. Llegué a oler las nubes, dulces, aprecié el tacto rugoso de las estrellas y dormí sobre la luna.
Tan sólo veintinueve pasos me separan del instrumento, pero llevo diez minutos pensando en silencio y llevo menos de la mitad. Era mi vida y ahora será la causa de mi muerte. Las paredes de la habitación son rojas, él mismo las pinto antes de comenzar a dormir la siesta eterna, el techo sirve de lienzo para un retrato nuestro y en el suelo, de color negro, se repite una y otra vez: Fuiste mi sol tardío y serás mi luna temprana. Yo lo entiendo, el lo entendió, usted llevará siempre la intriga. Ya estoy en el piano, tomo asiento y levanto la tapa. Las teclas brillan. Alzo las manos y las bajo poco a poco, alcanzo las teclas y toco por última vez. Cierro los ojos, los abro, lo veo. Sobre el piano, sonriente y en traje de baile me acaricia. Me observa tocar unos minutos y después me tiende su mano, yo la tomo y me retiro del piano, aún así la melodía continua. Bailamos mas cerca que nunca, y nuestros ojos forman una barrera imposible de traspasar. Bailé durante días hasta morir del cansancio, hablo literalmente.

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