sábado, 4 de septiembre de 2010

" Y por ello soy hija del diablo "

Abro el armario y me meto dentro, hecha un ovillo. Noto como el aire limpio se gasta a medida que respiro. Entre las dos puertas atisba un rayo de luz. Si hubiera silencio se podría escuchar mi corazón latir a la velocidad de un rayo, pero no lo hay, oigo gritos de rabia, de tristeza, de desesperación, de socorro. Tengo mucho calor y no logro moverme. Si me tomase una foto o me pusiera un espejo frente a mi, podría ver mi cara de espanto, propia del momento que estaba viviendo. Despacio, muy despacio logro moverme y llevo mis ojos al resquicio de las puertas. No veo nada, tan solo mi habitación tan normal como siempre, la observo y de pronto veo como un cuerpo choca fuertemente contra el armario, es mi madre. El que dice ser mi padre, aunque para mi dejó de serlo hace un tiempo la llama cosas que ni en sus mejores momentos ha logrado ser él. La coge del brazo y la zarandea como si se tratase de una maraca, con la diferencia de que mi madre siente y padece. Ella solo llora y pide compasión, pues sabe que si se resiste los golpes serán peores. Como si de un látigo se tratase coge su cinturón y le machaca la espalda, una y otra vez, una y otra vez. La arroja a la cama e intenta hacer lo que todo el mundo piensa, pero sin quererlo, simplemente como un acto reflejo ella le propina una patada en la cara y el choca contra la puerta del armario regalándole a mi corazón un susto más. Un suave grito pero suficiente para que sus oidos lo oigan sale de mi boca. Sus ojos se encuentran con los mios a traves de las puertas y yo, en un segundo de valentía y odio, abro las puertas haciendo que caiga al suelo. Y corro a lo largo del pasillo, corro desesperadamente y tan rápido como nunca lo había hecho, bajo al piso de abajo y voy a la cocina. Al final, cinco cuchillos cuelgan del mueble, yo no cojo ninguno pero mi rabia agarra el más grande. Bajo la mesa y cubierta por un enorme mantel rojo lo espero. Oigo sus pasos e incluso su conciencia que intenta pararlo, pero parece estar sordo o simplemente ser algo peor que el diablo. Veo su sombra a través del mantel y se detiene, quizás al oir mi respiración. Levanta el mantel y en cuanto alza las manos para cogerme yo alzo el cuchillo y se lo clavo una y otra vez llenando su cuerpo de odio y mis manos de sangre.

No mató a mi madre y por eso está en el cielo pues antes de morir pidio perdón a eso de ahí arriba, yo si lo maté a él y por ello soy hija del diablo, el nivel de justicia parece ser el mismo aquí abajo y ahí arriba, ¿ no crees?

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