domingo, 20 de febrero de 2011

Hoy, adiós abuelo.

Con mi mano izquierda giro el pomo y tras escuchar y sentir el sonido chirriante de aquella puerta, tal vez por sus dos años de clausura, entro posando el pie izquierdo y tras este, el derecho. Hago todo esto con los ojos cerrados. ¿Estoy preparada para abrirlos? Desde aquel 20 de Febrero no he entrado en esta habitación, no conscientemente quizás. Creo que 17520 horas después es el momento. Subo las persianas, las de mis ojos primero y más tarde las de la ventana del fondo. La abro y entra una brisa fresca, no está de más un poco de ventilación. Cada mueble, desde la pequeña mesa cuadrada de la esquina hasta la enorme mesa del final están cubiertos de una tela blanca, más bien amarillenta. Destapo el sillón y me dejo caer, cierro los ojos, tomo aire como si fuera mi ultima inspiración y lo echo poco a poco, mientras, deslizo mis dedos por los brazos del sillón.
Y en un inquietante silencio mi corazón estalla y mis ojos rompen a llorar. Tengo la sensación de que me quedaré seca.
Y entre el estruendo de mis lágrimas escucho una voz:
"¿Por qué lloras Ali?"
Es...e..es..mi..
-¿Abuelo?
"Pues claro, hija, quien va a ser. Levanta de mi sillón anda, ¿Se puede saber que te pasa?"
-¿Pero..cómo.. estás aquí?- pregunto al tiempo que me froto los ojos y me pellizco.
" Eso no importa y no te pellizques más que te vas a acabar haciendo daño, lo importante es que estoy aquí, así que dime que te pasa."
- Pues que te echo de menos, muchísimo de menos, no te imaginas cuanto. Que sé que tus últimos años no fueron los mejores, que las enfermedades te perseguían, pero también sé que no hacías esas cosas a cosa hecha, que nos querías. Sólo hay que ver tus años buenos, abuelo.
"Pero no me tienes que echar de menos, yo estoy siempre a tu lad..."
Lo interrumpo.
-Abuelo, no seas como todos, no estás ahí, por mucho que yo te recuerde no puedo hablar contigo por teléfono, no puedo sentir como me coges del cuello como en los viejos tiempos, no puedo abrazarte con todas mis fuerzas. ¡No estás aquí, abuelo, no estás! ¡ No me hagas ser tan estúpida como las demás personas! Tranquila hija, tu cuando quieras verlo cierra los ojos y lo tienes ahí, siempre está contigo. ¡Vamos, son todo mentiras! Yo no soy como los demás ¿vale?, a mi esas frases típicas no me sirven, tú no estás aquí, solo eres parte de mis desvaríos, ¡JODER!
" Lo primero, limpiate esa boca. Después, coge ese teléfono, acercate y abrázame. Siempre que quieras verme ven, estoy siempre aquí, has sido tu la que has estado 730 días sin abrir esas puertas. Yo estaré aquí siempre, sólo coge el teléfono, acercate aquí, al sofá y abrazame."
Ando despacio, de espaldas sin parar de mirarle, no quiero que se me escape. Cojo el teléfono y corro hacia él, y lo abrazo con todas mis fuerzas, me agarra el cuello, suave muy suave y al oído me dice: escucha el teléfono, lo abrazo fuerte y de la emoción empiezo a llorar y cierro los ojos. Y se escapa y abrazo al aire.
Una voz sale del teléfono: " Te espero el año que viene y no llores, yo tambien te echo de menos pero quiero tardar años en verte, ojala pudiera tardar siglos mi vida."

Yo no quiero esperar siglos, ni siquiera años, cuando era pequeña, mi abuelo y yo envidiavamos a los pajaros por poder volar, ver la tierra desde ahi arriba parecia algo maravilloso, yo quiero probarlo y verlo con mi abuelo desde las nubes. Es la hora, abro la ventana y vuelo.

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